Hoy, el libro más bello�pero, ¿y qué? La Facultad de Ingeniería de la Universidad
de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos presentan esta serie sobre las
máquinas que mueven nuestra civilización, y las personas cuyo ingenio las creó.
¿Cuántas veces ha oído decir por el canal de Historia que el
Renacimiento existió gracias a la imprenta? Es cosa frecuente y es verdad. Sin embargo,
los coleccionistas de libros raros tienden a distorsionar este hecho.
A los 45 años desde la invención de la imprenta de Gutenberg, hasta los comienzos
del siglo 16 se imprimieron unos 20 millones de libros. A los libros de antes de 1501 se les da el
nombre de incunabula, o sea, los primeros libros nacidos de la imprenta. Muchos aún
existen aunque algunos han sufrido gran deterioro.
Para que un libro pueda sobrevivir y sea atractivo para un bibliófilo, tiene que cumplir dos criterios
fundamentales. Primero, ser un libro hermosamente confeccionado. Y así como cualquier producto popular�sea
ordenador, televisor, o automóvil�para cada libro bello, se imprimieron muchos libros poco atractivos.
El segundo criterio que asegura la supervivencia de un libro antiguo era, irónicamente,
que no fuera muy interesante. Estos libros, ahora muy apreciados, a menudo eran aquéllos
que los lectores pocas veces se interesaban en usar.
Me llamó la atención uno de las incunabula famosos, con el impresionante título de
Hypnerotomachia Poliphili o el sueño de Polífilo. Fue impreso por el italiano Aldus
Manutius, un intelectual de la corte, a quien la nobleza nombró impresor real en 1495.
El nombramiento dio resultado�más o menos. Manutius imprimió libros hermosos.
Y el más hermoso fue ese Hypnerotomachia Poliphili. Pero el contenido es otra cosa.
Se atribuye al escritor contemporáneo Franceso Colonna. Igual pudiera haber sido de otra
persona, y los eruditos aún discuten cuáles fue su intención.
Parece a la vez un libro de las maravillas y una bitácora por un mundo arquitectónico.
El poeta John Tranter dice que muy pronto se cansó de su ardua lectura. Lo describe así:
un hombre llamado Polífilo va�mediante un sueño�con su amada Polia a un templo en ruinas al
lado del mar a esperar a Cupido. Polia lo incita a entrar en el templo para ver las antigüedades.
Luego siguen interminables descripciones de arte y arquitectura fantásticas, intercaladas
con breves episodios de excitación amorosa. Tranter lo califica como detallista, obsesivo y
fetichista.
Así que, si la novedad de la imprenta creó el Renacimiento, este libro hubiera desempeñado
un papel muy limitado en esa creación; puesto que no fue con estos sino con los libros más
ordinarios que la imprenta cambió la vida de este planeta; como los ejemplares impresos
apresuradamente del Boccaccio, y las biblias baratas escritas en lengua vulgar, que tentaban
a la gente a aprender a leer.
Y, claro hasta, aquí y así quedamos hoy. El Internet se nos presenta con una malicia similar
a la de la imprenta. Se pueden encontrar hermosos sitios en la web, así como el Renacimiento
produjo libros hermosos. Nos detenemos momentáneamente a admirarlos, pero rápido continuamos
al e-Bay o Google. La imprenta no logró su monumentalidad con unos cuantos libros bonitamente
dispuestos en la mesita de sala, sino al haber cumplido una misión trascendental. Cautivó la
mente humana facilitando el conocimiento de forma inaudita, como un elixir de conocer todo lo
que antes quedaba oculto.
Les habló Aymará Boggiano en otro episodio de �Las Invenciones de la Inventiva� de John
Lienhard, en la Universidad de Houston, donde nos interesa el proceso de la mente inventiva.
(Tema musical)
Para una mejor descripción de Hypnerotomachia Poliphili, véase:
Enlace.
Los comentarios del poeta John Trander puede leerse aquí:
Enlace.

Una página de
Hypnerotomachia Poliphili, impreso por Aldus Manutius en 1499.
The Engines of Our Ingenuity is
Copyright © 1988-2011 by John H. Lienhard.