Hoy, una lección de integración a través de un acto de exclusión. La facultad
de Ingeniería de la Universidad de Houston y el Departamento de Estudios Hispánicos
presentan esta serie sobre las máquinas que mueven nuestra civilización y las
personas cuyo ingenio las creó.
En agosto del año 1990, unas primatólogas organizaron una
conferencia en Santa Cruz, California. El tema de la conferencia era la biología
femenina y la historia de la vida. Se abordaban temas tales como los roles de género
y la menopausia tanto en las sociedades humanas como en la de los primates. Las dos
organizadoras examinaron la lista de potenciales conferencistas: todas eran mujeres.
Fue entonces cuando tomaron una inesperada decisión sobre la reunión: le prohibieron
la entrada a la conferencia a los hombres. Definitivamente fue una medida de provocación.
Probablemente hasta era ilegal y además también garantizaba armar un tremendo lío.
Las organizadoras defendieron su decisión diciendo que en cierta forma tenía que
ver con el tema. Las mujeres hablan más abiertamente sobre temas de su propia sexualidad
cuando no hay hombres, decían ellas.
Pero la motivación primordial surgió de la preocupación por el estilo — por la
retórica. Notaron con bastante ecuanimidad que las posturas obstruccionistas de los hombres
perjudicaban el avance de la conferencia.
Inicialmente los primatólogos no reaccionaron, quizás porque en primera instancia
la decisión los había dejado atónitos en un silencio inicial. Más adelante, muchos
expresaron su indignación señalando que, obviamente, lo sucedido era inapropiado,
ilegal y totalmente atroz.
Entre tanto, recibimos una lección bastante útil. La conferencia progresó sin contratiempos
y a fin de cuentas las mujeres obtuvieron muchos logros. Una de ellas comentó:
“Nadie buscaba atacar puntos débiles y tuvimos discusiones, sin victorias ni derrotas.”
Fue quizás involuntariamente que salió a la luz la evidencia condenatoria más pesada sobre
la conferencia: una participante declaró que hubiera querido que sus colegas masculinos hubiesen
podido observar la reunión. Malo si sí, malo si no, irónicamente las primatólogas se metieron
en un callejón sin salida al prohibirle la participación a sus colegas masculinos.
Dudo que otra segregación de este estilo vuelva a ocurrir, y también me hubiera gustado no
tener que contar esta historia para repetir el mensaje. La conferencia señala las imperfecciones
en el mecanismo que intenta integrar a las mujeres en el ambiente laboral masculino. Operando
como una verdadera minoría, la mujer frecuentemente se ha tenido que adaptar a un mundo masculino
y a los valores masculinos. Muchas se han asimilado al punto de ser más “hombres” que los hombres
a su alrededor.
Estas primatólogas han señalado que ya es la hora de que las mujeres traigan el don de la
feminidad al lugar de trabajo. Por siglos hemos utilizado el combate y las disputas para formar
las ciencias, pero las mujeres ofrecen una alternativa que permite la búsqueda de la verdad a
través de una forma discursiva mucho más permisiva.
Pero no me malinterpreten: no eliminaría el comportamiento estereotípico del hombre, más bien me
agrada la parte masculina de mi propio ser. Pero debemos aprender a mezclar lo masculino con lo
femenino y encontrar un modo discursivo híbrido. Es hora de aceptar los aportes femeninos y de
aprender a aprovecharlo.
Les habló Enrique Barbieri en otro episodio de Las invenciones de la inventiva de John
Lienhard, en la Universidad de Houston, donde nos interesa el funcionamiento de la mente
inventiva.
(Tema musical)
Dusheck, J., Female Primatologists Confer –– Without Men. Science,
Vol. 249, September 28, 1990, pp. 1494-1495.
See also letters to the editor in Science, Vol. 250, Nov. 16, 1990,
p. 887, and Vol. 250, Dec. 7, 1990, p. 319.
The Engines of Our Ingenuity is
Copyright © 1988-2011 by John H. Lienhard.